miércoles, 8 de enero de 2025

Importancia del Músculo Psoas en estados físicos y emocionales. Un Músculo Psoas “acortado” puede condicionar el patrón respiratorio:

 

El Músculo Psoas está íntimamente conectado con la ancestral reacción de “lucha-huida” que permite a los animales defenderse en una situación de peligro. Es el corazón de los músculos implicados y su mal funcionamiento acarrea complicaciones en tu cuerpo.


porJose Luis Penadés



La importancia del Músculo Psoas en estados físicos y emocionales

El Músculo Psoas es un músculo que conecta la parte superior e inferior del cuerpo, realiza una función de estabilización de la columna vertebral.

¿Sientes agotamiento general?, ¿Te duele la espalda incluso en la cama? ¿Sientes inseguridad?

Actúa en armonía con el diafragma, vinculando los ritmos del movimiento del cuerpo con los ritmos respiratorios, y entre ambos realizan un continuo masaje sobre la columna vertebral, los órganos, los vasos sanguíneos y los nervios del tronco, estimulando el movimiento de los fluidos por todo el cuerpo.

Sentirse centrado:

El Músculo Psoas es un eje físico de un cuerpo equilibrado y estable. Es un músculo vital en todo movimiento que implique equilibrio, rotación del tronco y de las piernas y en definitiva, cualquier movimiento general del cuerpo.

Si este músculo se usa constantemente para corregir la estabilidad interna, al cabo del tiempo puede empezar a perder flexibilidad y a acortarse de forma crónica, provocará que otros músculos del abdomen y de la espalda se vean obligados a compensar el equilibrio y empiecen a endurecerse también. Estos trastornos provocarán, a la larga, lesiones crónicas en la espalda, la cabeza del fémur o las rodillas.

Corazón de las emociones:

Con un abdomen habitualmente en tensión y comprimido, una vitalidad disminuida y una respiración alterada, es comprensible que el Psoas conlleve alteraciones emocionales.

Puede que mucha de esa ansiedad que nos atenaza, o parte de esa apatía crónica que nos oprime esté relacionada con el Psoas. Igualmente, la sensación permanente de inseguridad que algunas personas experimentan puede estar directamente conectada con el sobreesfuerzo continuo por mantener el equilibrio del esqueleto.

El Músculo Psoas está íntimamente conectado con la ancestral reacción de “lucha-huida” que permite a los animales defenderse en una situación de peligro, cuando deben enfrentarse a un agente externo. Tanto si nos encogemos en una posición fetal protectora, como si saltamos desde el suelo para correr, el Músculo Psoas es el corazón de los músculos implicados, el primero en reaccionar.

Un músculo Psoas crónicamente contraído está enviando al resto del cuerpo una señal de alerta, lo que afecta al sistema nervioso, agota a las glándulas suprarrenales y debilita el sistema inmunitario. Si nos sentimos agresivos a menudo, y sin razón aparente, es posible que el Psoas tenga mucho que ver.

¿Qué es luchar-huir?

Walter Bradford Cannon, un fisiólogo estadounidense de Harvard a principios de la década de 1900, originalmente acuñó el término “luchar o huir”. El Instituto Americano de Estrés define la respuesta de lucha o huida como:

“Una respuesta fisiológica al estrés que se produce en presencia de algo aterrador, ya sea mental o físicamente”.

Una vez que la mente reconoce la presencia de algo aterrador, la liberación de ciertas hormonas está en el centro de la activación de la respuesta de lucha y huida. A partir de ahí, el sistema nervioso simpático se hace cargo, provocando cambios físicos en tu cuerpo que te preparan para luchar o huir.

¿Que pasa al relajar el Músculo Psoas?:

Desarrollar la confianza en el equilibrio de nuestro esqueleto, en vez de buscar el equilibrio mediante tensiones musculares es lo correcto. Un cuerpo relajado sostiene su peso de manera natural sobre su propia estructura ósea: los músculos están para mover los huesos, no para apuntalar el peso del cuerpo.

Cuando aprendemos a repartir el peso sobre el esqueleto y a sostenerlo sin esfuerzo, la sensación se traduce en una actitud emocional de seguridad y equilibrio. Las articulaciones “fluirán” sin esfuerzo, dando a todo movimiento una sensación de continuidad y armonía.

Acostumbrarnos a la inestabilidad:


Liberar el Músculo Psoas, al principio puede ser problemático. Al intentar “dejar ir” la musculatura, puede invadirnos una sensación de vértigo. Acostumbrados a sostenernos mediante contrafuerzas musculares, hemos perdido la confianza en nuestra estructura ósea, y podemos creer que nos vamos a desmoronar.

Los primeros ejercicios de relajación pueden dar una primera impresión de inestabilidad, que es pasajera. Asimismo, una vez que hayamos aprendido a sentir nuestros músculos y empecemos a relajarlos, podremos atravesar una etapa de emociones confusas.

Es normal, ya que la atrofia del Músculo Psoas suele estar relacionada con problemas emocionales, y para liberar este músculo, como en cualquier tratamiento o cura, primero hay que abandonar los viejos esquemas y depurar los elementos dañinos, permitiendo que afloren.

Un Músculo Psoas “acortado” puede condicionar el patrón respiratorio:

El Músculo Psoas está estrechamente relacionado con el diafragma a través de una capa de tejido fascial que los conecta. Esto hace que la tensión del Músculo Psoas puede comprometer potencialmente al patrón respiratorio. Una correcta activación relajación del Músculo Psoas supondrá  el mismo efecto en el diafragma haciendo de la respiración una tarea más fácil.


La posición de nuestra cabeza  puede verse afectada por un músculo psoas “acortado”:

A través de las inserciones que este Músculo Psoas posee a lo largo de la columna dorsal y lumbar lo que en este acontece afectará de manera directa al diafragma, al trapecio, al cuadrado lumbar que también son fijados a estas vértebras. Es por ello que, la excesiva tensión en el Músculo Psoas puede condicionar la funcionalidad de la parte superior del tronco, caja torácica y por supuesto la situación de la cabeza respecto al eje.

La cuestión es:

¿Cómo podemos los seres humanos liberarnos de la inmovilidad? Salir de este estado de congelación puede ser una experiencia tremendamente energética.

Sin un cerebro racional, los animales no lo piensan dos veces, simplemente actúan. Sin embargo, cuando los humanos comenzamos a salir de la respuesta de inmovilidad, a menudo nos asusta la intensidad de nuestra propia energía y de la agresividad latente, y nos revelamos contra el poder de las sensaciones. Esta evitación impide la descarga completa de la energía necesaria para restaurar el normal funcionamiento del sistema.

En “Penadés Terapia” te ayudaré a diagnosticar su estado, a tratarlo y liberarlo de forma sencilla y te acompañaré en el proceso de adaptación de ese “Nuevo equilibrio” en un doble beneficio, físico y emocional.

 

al: 669 239 717Email:hola@penadesterapia.es

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Publicado   por    Isis   Alada  🌹





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